Lo ocurrido la pasada semana entre el capital
financiero, los medios de comunicación y el Alcalde Electo de Bogotá, es
de una enorme trascendencia para nuestro país. Queda allí trazada –
anunciada – la hoja de ruta para los próximos cuatro (4) años.
Petro
– sin posesionarse – realiza la principal tarea del momento. Construye
democracia deliberativa y participativa. Hace pedagogía política de
amplio espectro. No solo para los bogotanos sino para todos los
colombianos. Al fin y al cabo, en Bogotá se juega el futuro de la
Nación.
Todos los
colombianos hemos aprendido de una manera práctica cómo el capital
financiero se apodera de las empresas públicas del país. Con sólo
adquirir un pequeño porcentaje de las acciones, se confieren el poder e
imponen su lógica especulativa. Y en verdad… ¡se creen los dueños!
Y
así lo han hecho en todo el país. Empezando por Ecopetrol, la principal
empresa de la Nación. A esa operación de “copamiento privado” – que es
un verdadero atraco a todos los colombianos –, le llaman pomposamente
“democratizar la propiedad de las empresas”. Petro, casi sin
proponérselo, ha puesto el dedo en la llaga. De ahí la virulenta
reacción.
La oligarquía financiera – trans-nacionalizada y sin patria
– sabe que está en juego su “modelo corporativo” basado en la economía
especulativa que hoy hace crisis en el mundo, aunque en Colombia todavía
está en expansión.
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